Y entonces...Y entonces llegaste tú. En realidad llevabas mucho tiempo aquí, pero yo empecé a verte recién. Y me hiciste olvidar los porqué, los peros y la experiencia previa.
Me enseñaste a besar, a tocar a alguien, a querer; y, más adelante, a amar.
Me acostumbré a dormir a diario contigo, a soñar que no te tenía para poder despertar aliviado y con una sonrisa.
Te conté mil hazañas de príncipes y princesas, frágiles doncellas que peleaban a caballo y dragones cariñosos que no comen personas.
Ideé mil y un mundos en el que perdernos juntos. Las nubes, testigos de nuestro amor y mi deliranza. El colchón, soporte de ochocientas batallas que allí tuvieron lugar.
Pero entonces, desapareciste. No fue tu culpa, ni fue mía pero el sol salió y tú te derretiste. Y yo me desperté de ese increible sueño que había vivido durante tanto tiempo...
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