Todo comenzó cuando te dije que iba a ser tío.
Tú empezaste diciendo que estabas muy nervioso, que te encantaban los críos y que tenías mucho que hacer antes de que el niño viniera.
Dijiste que tenías que aprender a preparar biberones, a poner pañales, y que practicarías con los muñecos de tu hermana. Empezaste a hablar muy de prisa y los ojos se te llenaron de lágrimas. Me asustaste, y te pregunté qué te pasaba. Me miraste y me diste las gracias por haberte hecho tío.
No te entendí bien, pero no diste lugar a más.
Me diste el primer mejor beso de toda la historia. Y entonces entendí que tú eras mio, y que siempre ibas a serlo.
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