viernes, 4 de enero de 2013

4 de Enero

Una vida no basta.
Y por eso, hoy voy a empezar contando algunas cositas, porque tal vez el día que quiera hacerlo me pille el toro, y no me quede tiempo.
Nací un día de mediados de Septiembre en un tranquilo hospital de la ciudad. ¿Qué ciudad? La mia, por supuesto.
De aquel día, por extraño que pueda parecer no recuerdo nada; tan sólo las cosas que me contaron.
Llegué en el preciso momento, en la familia perfecta, rota por la partida de uno de sus miembros.
Durante unos años mi abuelo combatió  un cancer de mama agotando hasta el último ápice de valentía y voluntad. Con coraje, con fuerza y con amor. amor de los suyos, que desde luego no le faltaba. Tras varios años de constante pelea, al final, el cáncer terminó ganando la pelea aquel Mayo del 92.
Meses más tarde nací yo. En el seno de esa familia rota, traje alegría. Alegría tras la pérdida, luz en aquella puta oscuridad.
Y crecí sabiendo todo lo que él me quiso, y como fui una de las pocas alegrías con las que terminó su existencia. Me da rabia no haber podido conocerle. Rabia e impotencia. Prefiero que hubiera muerto incluso antes, porque el dolor y el sufrimiento que acarreaba no puedo ni imaginarlo; sin embargo me hubiera gustado que hubiera muerto habiéndome conocido, habiéndome visto al menos una vez. Él, el hombre que lloraba cuando me veía en las ecografías, su primer nieto, su primera alegría. Le debo muchas cosas.

Para mi mis abuelos, los cuatro son lo mejor que me ha podido regalar esta vida. Hacen que quiera demostrarles de lo que soy capaz, templan mi humor, configuraron mi mente desde bien chiquito y sin que yo lo supiera.

Volviendo al tema central; a los pocos días de nacer, a mi madre le propusieron hacerla fija, bajo las condiciones de entrar inmediatamente en el puesto. Y así fue como llegué a la guardería con 6 años. Y mi foto aún sigue en sus paredes, en recuerdo al niño más pequeño que entró allí nunca.
Guardo tantos recuerdos de esa epoca de mi vida, ese colegio... Tantos buenos y otros no tantos, pero ellos han hecho junto con los que vinieron más tarde, lo que soy ahora.

Mi musa, mi escritora preferida, la diosa de mi estantería dice siempre que "La infancia feliz es un mito", y la verdad que he de estar de acuerdo con ella, al menos en parte.
Y es por eso que quiero complementarla y terminar esta entrada con la siguiente frase de Colette:

"Una infancia feliz es feficiente preparación de los contactos humanos".

No hay comentarios:

Publicar un comentario