De repente, después de un par de días aletargado y ansiosamente ocupado, me doy cuenta de todo.
Decido coger el toro por los cuernos, pese a ser una expresión que JAMÁS me ha gustado, pero no encuentro las palabras necesarias para hacerlo.
Después de vivir unas semanas de tórrido romance y felicidad insuperable, el motivo de mi sonrisa me dice que se va lejos, y yo cierro los ojos y me imagino que llamo por teléfono a la compañía y pido que extiendan en ese mismo momento un billete a mi nombre, porque quiero ir con él al mismísimo fin del mundo si pudiese. Bueno, si pudiese y si no hiciese tanto calor, que estamos en verano y a este paso pierdo todo el liquido que tengo.
Y entonces va Él y mirándome a los ojos me pide que vaya a despedirlo al aeropuerto. Y yo vuelvo a cerrar los ojos pensando en qué jodido momento perdí el corazón y la cabeza. Y me vuelvo hacia él y le digo que no me gustan las despedidas, porque en Hollywood siempre parecen bonitas y llenas de magia. Pero la única magia que existe es llorar intentando no salpicarlo todo y dejarte después los ojos hinchados.
Pero entonces va él, y con una sonrisa de las de "derrotando murallas" me dice que no me lo tome como una despedida, que lo mire más bien como un "hasta luego, hasta mañana" y yo me quedo en estado de shock, sin saber si es o no lo que ha querido decir bonito, pero aun así me transmite una tranquilidad que flipas, y decido quedarme callado, con la sonrisa de gilipollas que últimamente no se va, y pensando en la suerte que has tenido de caer así. O en la desgracia, se mire por donde se mire.
Y decido presentarme en el aeropuerto, y abrazarlo y decirle que le quiero, y todas esas cosas que se dicen. Pero no que se digan por decir, que para eso mejor cerrar la boca.
Voy y le digo todo eso porque lo siento. Porque igual soy un sentimental de los grandes, pero aun así no concibo un mundo sin sentimientos. Y mantengo el tipo como un valiente, de principio a fin. Ni una sóla lágrima. Y entonces él, me dice al oido que me quiere muchisimo, que me va a echar de menos y que nunca le olvide. Y yo me quedo con cara de retrasado pensando que no le olvidaré, que no soy de esos, y que, por más que quisiera, la felicidad se antepone a todo. Y vuelvo a casa en el coche agazapado, sonriendo pero para no tener que decir que estoy mal.
Porque tengo miedo, mucho miedo de verdad y porque realmente me pongo a pensar en todas las veces que he tenido que decir adiós en los últimos tiempos, y porque desde el 1.2.12. sé que pocas veces he vuelto a ser feliz de verdad, y por eso valoro enormemente cuando lo he sido.
Y entonces de repente me doy cuenta que todo me viene encima y que todo se me queda grande.
Porque me siento solo e incomprendido (todo muy de adolescente americano).
Porque me doy cuenta que Ávila, lo que para mi era un sueño hecho realidad, se acaba, porque probablemente en un par de meses tenga que decir hasta pronto a unas personas que son super importantes en mi vida, que me han visto llorar y reir mil veces, que se han convertido en mi segunda familia. Y eso me hace entrar en una espiral de angustia.
Porque nosé qué será de Javi sin mi, porque teniamos muchos planes hechos. Porque somos como hermanos gemelos, y los hermanos no deberían separarse.
Y porque tengo miedo por María, porque nosé qué va a ser de ella, ni quién le va a cuidar ahora que ni yo ni su novio estamos con ella.
Y porque nosé que va a ser de mi. Porque pasaré más tiempo en casa, más tiempo cerca de lo que quiero, pero, odio las despedidas. Y eso, siempre será así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario