No sabes nada de mi. NADA.
Y mientras las lágrimas me caen por las mejillas me agarro a la pared.
Tengo tal ataque de nervios que ni siquiera sé cómo he atinado a sacar el movil del bolsillo y teclear todo esto.
No tienes ni puta idea, no eres nadie.
La próxima vez, te das un punto en la boca; que para amenazar, como para todo, hay que tener inteligencia.
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